miércoles, 29 de abril de 2009

Mi tarjeta es una pena

eso que funciona la mar de bien, pero es sacarla y me entra un sofoco, un rubor, un apocamiento que apenas llego a dejarla en el mostrador. Sin embargo cuando opero con el plástico que comparto con mi chica (de otra entidad financiera) la cosa cambia, y no precisamente por el oro, platino o negro de su color, sino por la customización de esta. Por ello, en cuanto llegue a casa pienso rasgar la página donde un obsoleto libro de marketing, sí aquel que compré de hace 6 meses, sugiere que "el exceso de customización puede confundir al cliente y resultar econónicamente poco viable", jajaja me parto, la persona que escribió estas palabras no entró en NikeiD ¿verdad?

Hoy queremos indentificarnos con todo aquello que llevamos, utilizamos y consumimos, por lo que la empresa que venda un producto o servicio que limite nuestra personalidad se verá rigurosamente azotada por una clientela más exigente y cool. En los negocios, ya no basta con crear un producto a un precio razonable, también tiene que ser bonito y único. Los objetos y servicios que no complazcan a la vista ni al alma serán abandonados al "dulce" letargo del olvido.

Be optimist

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